sábado, 24 de enero de 2009

Sentidos de mi tierra

Colombia está hecha de sus propios sonidos, olores y colores. Matices creados por historias que se tejen segundo a segundo en los rincones olvidados y alejados del pensamiento citadino.

Sonidos de vida y muerte. Sonidos de la cotidianidad de un país donde “la vida y la muerte como las flores, crecen por parejo”. Una cotidianidad que congestiona los sentidos, sentidos que se agotan de sentir y se fastidian de experimentar.

Amo los sonidos de vida, los sonidos de libertad y de protesta, pero odio los sonidos de la injusticia y la crueldad. Odio el olor y el sonido de la contaminación. Pitos cansados de ser oprimidos para ser ignorados. Olores que se filtran por las venas cada vez que respiro y me envenenan la sangre.

En un país como este, cada vez que se abren los ojos, se ve la representación de la abundancia y la escasez. En cada ciudad, en cada barrio, en cada esquina se ven imágenes que trasportan el sonido de la incertidumbre, esa incertidumbre en la que vivimos todos los colombianos al no poseer sino nuestra propia vida, esa que si nos descuidamos nos arrebatan a la vuelta de la esquina, porque aquí cualquiera puede caer como un falso positivo.

Este es también, un país de silencios ensordecedores y oficios olvidados. Un país donde se vive bailando mientras se llora, porque está lleno de estigmas y tabúes que no dejan actuar libre y sin cohibiciones a quienes lo habitan. A veces, dentro de los callejones más oscuros y las calles más desiertas se esconde avergonzada la fiesta, acompañada del sexo, las drogas y el abuso.

Largas piernas y cuerpos casi esculturales bailan al ritmo de los timbales y las voces de los hombres, que bajo el anonimato satisfacen sus necesidades y se dejan seducir por el placer.

No todo lo que compone este país es lo que quisiera ver, pero sino fuera así, con lo bueno y lo malo, quizá no sería tan llamativo y tan entretenido para el ojo humano, que estaría cansado de mirar las mismas cosas.

Donde se teje la historia



Son las 11:30 de la mañana del domingo 7 de octubre. El día, un poco nublado pero soleado es perfecto para aquellas personas que quieren salir a distraerse. El Parque de Bolívar, ubicado entre las calles Caracas y Bolivia en el centro de la ciudad de Medellín, es un espacio que refleja un encuentro multicultural variado y popular de la ciudad.
Este es el sitio de encuentro de bohemios, ancianos, parejas de adultos, niños, de vendedores ambulantes, de cantantes sin profesión, de indigentes y hasta de las palomas que en una gran multitud van hasta allí para alimentarse de las migajas de comida o arroz que la gente les tira.


Alrededor del parque se encuentran las casas y edificios donde hasta hace unos años vivieron algunas de las familias más ricas y prestigiosas de la ciudad. Pero en algunas de esas, en donde ahora están ubicadas oficinas como Aviatur, la Notaria Once, Inversora Pinchincha, COMFENALCO, entre otras; viven todavía algunas parejas de ancianos que se negaron a dejar sus casas, su historia y su pasado. "Nos negamos a dejar el barrio porque aqui crecimos, vimos la ciudad cambiar, no podemos dejar un lugar al que estamos tan ligados", comenta Raul Quintero, vecino del sector.
Y eson ellos, esa misma gente la que la mayoría de domingos va a misa de doce a la iglesia Metropolitana y después de ésta, por lo general se van a pasar la tarde al parque a escuchar las famosas retretas que se realizan cada quince días, a deleitarse con la música de aquellos cantantes de vocación, pero no todos de profesión, a comer un helado o simplemente a ver la gente pasar y las palomas comer.

En las cuadras aledañas, se encuentran ubicados restaurantes, peluquerías y almacenes de "cachivaches". Pero hay una cuadra en especial, donde se encuentra el Teatro LIDO, que hasta hace pocos meses estaba olvidado y deteriorado, pero que ahora han querido volverlo famoso y concurrido como en sus inicios.

En el parque hoy domingo, como casi todos los días, hay aproximadamente 6 grupos de señores de edad con sus guitarras. Cantando para ellos o para la gente que llega a escucharlos.
Sigilfredo, de aproximadamente 70 años, viste un sastre gris un poco viejo y un pantalón café claro. Está sentado con su guitarra y otro señor que lo acompaña. Su cara un poco quemada por el sol y sus ojos melancólicos reflejan el paso de unos años duros pero siempre al lado de su guitarra. Canta por petición de uno de los dos jóvenes que los escuchan, a parte de su compañero, "Mamá Vieja" una canción de Los Visconti. Cuando la termina, se queda pensativo unos segundos y luego como si lo conociera de hace tiempo se pone hablar con aquel joven que le pidió la canción que había acabado de entonar.
Entre la conversación le cuenta que estudió dos años clases de guitarra, que eran tres pero que él no pudo terminar, “yo por lo menos, sin desmeritar a los demás que tocan aquí, he estudiado dos años” dice un poco serio. Pasan los minutos y ya no hablan de música sino del parque en general, también de medicina, esoterismo y literatura. Sigilfredo entretenido con la conversación, posa tímido para unas fotos que le toma el joven, al final esté se despide del anciano músico de vocación con dos años de estudio, quién sin querer dejar la conversación, también lo hace.

Entre todos los músicos, hay un grupo en especial, que llama la atención porque está conformado por dos señores, un niño y una niña, cada uno con un instrumento musical diferente. En su repertorio abundan las canciones populares con las que entretienen a un público que escucha con atención. Algunos aplauden y echan en una chaqueta que hay en el suelo haciendo las veces de “monedera”, billetes que no pasan de mil pesos y monedas que van desde los cincuenta hasta los quinientos pesos.
Pero contrastando esa realidad un poco feliz y llena de música, al lado de este grupo hay un indigente o “gamín” como la sociedad misma los ha catalogado. No se da cuenta de lo que pasa a su alrededor, porque al igual que todos y cada uno de los que están en el parque, está en su propio mundo. Sin embargo, hace que algunos salgan del letargo producido por el sofoco del medio día y aquellas canciones de antano y se den cuenta de lo que él hace. Sin ningún motivo aparente, este habitante de calle, comienza a gritar, le da golpes a un costal que tiene en las manos y le dice palabras como “gonorrea” o “pirobo” a cualquiera que ve a su alrededor.

Como en cualquier parque o zona pública, aquí es común ver vendedores de tinto, papitas, chitos y cigarrillos. Hay quienes llevan también sus carritos de raspado, crispetas, avena y jugos naturales. Un vendedor en especial se hace popular en el parque, porque lleva un carrito muy particular, adornado en la parte superior con una casita hecha de pequeños ladrillos, con ventanas, una puerta y una chimenea por la cual sale el humo del fuego que dora unas arepas de choclo con quesito que vende por 1200 pesos.
Pero quizá matando la ilusión de éste y de cada uno de los vendedores que esperan hacerse el diario a través de las ventas, están dos señores de Espacio Público, acosándolos y recordándoles que sólo pueden estar allí hasta la una de la tarde y que a diferencia de ellos que no tienen permiso, están aquellos que si lo tienen y a los cuales la alcaldía les otorgó una caseta en la cual pueden ofrecerle al más variado público sus productos que van desde las más verdes plantas o las de coloridas flores o las casetas de revistas, periódicos, almanaques, y las más concurrida de todas, aquella donde se ofrecen panelitas, tortas, manjar blanco, bocadillos y los más exquisitos dulces.

Aquí no es raro ver niños jugando y dando un paseo en "chiva" o ver a aquellos ociosos que se dan un baño en la fuente que hay enfrente de la entrada principal de la Iglesia Metropolitana.

Entre contrastes, el Parque de Bolívar, es un escenario que muestra la diversidad cultural de la ciudad. Allí se reúnen sin falta ancianos; músicos de vocación; bohemios; algunos jóvenes; niños; indigentes y hasta las palomas que aprovechan para alimentarse. Todos encuentran en este parque consagrado como icono de la ciudad, un espacio que les permite expresarse, descansar o esperar simplemente que el tiempo pase.

martes, 6 de enero de 2009

Opinión poco fundamentada que no pretende nada.


Israel dice: “si Palestina ataca a un colegio o a una población civil en nuestro territorio, Israel no hará lo mismo”. Y han cumplido muy bien esas palabras. Han contraatacado sin hacer exactamente lo mismo. Han sido por el contrario más atroces, más terroristas. Un país que con la política de un lindo gatito de occidente combate el terrorismo con más terrorismo. Porque la humanidad ha aprendido muy bien todos esos dichos que aplican perfectamente para cada cultura, en cada idioma sin perder el sentido, como por ejemplo “ojo por ojo diente por diente”.
Hasta ahora han muerto y han quedado heridos en una guerra sin fin, mayoría de civiles palestinos, entre ellos gran cantidad de niños y mujeres que mientras el resto del mundo celebra la llegada del año nuevo con juegos pirotécnicos, pavo y gritos de felicidad, en Gaza, estos tienen como juegos pirotécnicos, una cantidad de misiles y bombas cayendo en su territorio y los gritos que se escuchan no son más que de dolor y de desesperación. Menos mal, eso del año nuevo no aplica igual en todas las culturas.
No pretendo hacer un recorrido por los antecedentes de la crisis árabe-israelí, ni recordar la historia de los judíos, esa que ni siquiera recuerdan ellos mismos. Han olvidado el desarraigo al que fueron sometidos hace cientos de años ya y al genocidio cometido hace unas décadas contra judíos también inocentes. Lo olvidaron, olvidaron el sufrimiento de inocentes. Han creado el estado Israel en medio de la venganza, exiliando a palestinos o haciéndolos refugiados en su mismo territorio, sin negar que también, hay judíos en la misma situación.
No conformes con que se les hubiera dado territorio para el asentamiento de los judíos errantes, quieren apoderarse de lo que no les pertenece obligando a otros a vivir lo que en el pasado vivieron ellos.
EEUU, está con Israel. Aunque ellos piden parar la guerra, por debajo de cuerda saben perfectamente de intereses políticos, económicos, entre otros. La comunidad Europea dice estar con Palestina y pide un cese el fuego que sólo queda en palabras. Mientras los medios de comunicación manifiestan que La Comunidad Internacional trata de buscar una salida diplomática. Una salida que andan buscando desde varios años atrás y no han podido encontrar.

http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/international/newsid_7803000/7803092.stm