jueves, 10 de julio de 2008

Guajira, Colombia...Uribia, Cabo de la Vela












SANTA TENTACIÓN

Cuando estuve corroborando esta historia, continúo el maestro, me sorprendí con la declaración de un trabajador de vaciados y esculturas en la construcción de la que después, mucho tiempo después, sería la Plaza de San Pedro. Su declaración fue la siguiente:

“El Papa por esos días, con la presencia en el Vaticano de ese ser, no dormía y se la pasaba en compañía de ese fenomenal ángel. Así se refería el Papa al recién llegado: mi ángel. Mi ángel por allí, mi ángel por acá. No volvió a hacer sus viajes, tampoco a asistir a más encuentros religiosos, su vida dejó de ser pública. Toda su vida y actividad, estaban dirigidas a este ser misterioso, para el cual sólo existía también el Papa. El Sumo, ya no despachaba en su oficina y tampoco volvió a recibir delegaciones extranjeras. Se dedicó única y exclusivamente a atender a esta criatura humana que según él, conjugaba la belleza de la mujer y del hombre. Quería unificar su naturaleza en mármol o en lienzo, pero no quería que ningún artista experto lo hiciera, quiso hacerlo el mismo y dicen quienes lo observaron por aquellos días de pintor, que él no conseguía concentrarse en sus quehaceres, que era tal el magnetismo de esa figura joven y proverbial, que lo desconcentraba y no permitía que lograra alguna pincelada.
Tuvo por aquellos días una gran discusión con un escultor italiano. Escuchó algunos criterios sobre la obra artística a realizar con la criatura. El ángel visitante posaría desnudo en una poltrona roja reservada al descanso del pontífice.
Durante la realización de la obra, el Papa ordenaba la posición del modelo bajo consejo del escultor. Colocaba flores y filigrana en oro y en diamantes que servían para la composición de la obra. Sin embargo, la desconcentración del Papa era evidente. Parecía que enloquecía en silencio frente al lienzo blanco y aquella figura que era la causante de todo y la que le estaba haciendo perder los votos de castidad y de pureza que según él, nunca le habían fallado. Pensó que esa criatura no era enviada de Dios, sino una trampa de lucifer.
En ese dilema, consumía vino francés en largas jornadas de concentración en busca de la inspiración. El ángel no decía nada, permanecía en silencio largas horas acostado en la poltrona papal, pocas veces se levantaba sólo para comer.
En aquel tiempo, estando presentes todos los alumnos en las clases de acuarela, surgió una discusión en torno al color de los espacios tradicionales como lo son el cielo y claro está, el infierno. La mayoría guardó silencio, pero ante un requerimiento hecho por un alumno, el maestro expresó para todos los asistentes al curso: _Una pregunta similar se hizo a los pintores religiosos italianos, cuando el Papa estaba buscando el mejor pintor para la realización de los cuadros sagrados. Se concluyó después de escuchar a varios artistas, que los espacios y colores que se utilizarían en la ejecución de las obras, quedaban a entera libertad, pero serían supervisados por el Papa, que para la época, era un excelente pintor, escultor y literato. Escribía cuentos y algunos poemas, se sentaba con algunos de sus ayudantes del Vaticano, a compartir noches enteras dedicadas a las historias y las narraciones.
Pero como les venía contando antes, continúo el maestro, el Papa se enamoró de una hermosa figura con rasgos humanos, joven y dotada aparentemente de los dos sexos. Tal vez un hermafrodita. Tenía una belleza extraordinaria que hasta ese momento no se había conocido, o al menos, como esta, no se había hecho pública. Esta historia me pareció ficticia, pero no menos real tratándose de la iglesia, anotó el maestro.
El Papa había quedado sorprendido y a la vez ligado por un sincero reconocimiento de tan extraordinaria figura celestial como él creyó en un principio.

No era una figura común y corriente. Tenía el cabello abundante y corto. Los ojos y el color de su piel, eran de un tono que no se podía definir pero contrastaban con el torso desnudo y con un pantalón corto, verde esmeralda, que usaba cuando fue encontrado. Tenía una sonrisa entre maliciosa y tierna que al Pontífice dejó inseguro e inquieto, sin volver a ser el mismo después de ese encuentro. El Papa no había tocado tal cuerpo, estaba con sentimientos encontrados entre la fascinación y la lascivia, el respeto y la dulzura. Se encontraba inmóvil frente al lienzo pero de manera febril, logró comenzar algunos trazos del dibujo.
Ya en el vaticano circulaba la versión del joven hermafrodita que dormía en el cuarto del Papa. Mucha gente de la ciudad de Roma, a pesar de la libertad de pensamiento, no podía comprender lo que en los círculos sociales, se llamaba los pecados mayores de La Iglesia, pero a éste, parecía no importarle lo que ocurría en el mundo exterior.
El cuadro que ya tenía colorido, era de una dimensión descomunal. El escultor calladamente, trabajaba sobre un grueso bloque de piedra caliza y según él, el cuadro había quedado con una apariencia pecaminosa, pero era orden papal. El Papa por el contrario, reprochaba su opinión diciendo que la escultura quedaba con el espíritu del artista y que ésta, era fabricada con el alma. El escultor no pudo replicar, porque el Sumo, sin mediar enfermedad alguna, cayó al piso y allí mismo falleció.
El vaticano dio la noticia al mundo exterior, diciendo que fue una muerte súbita.
Esta historia, para no alargarla más, dijo el maestro de acuarela, debo terminarla diciendo que cuando el Papa murió, tampoco se volvió a ver a ese hermoso ser hermafrodita, despareció en tanto el Pontífice murió. El cuadro tiempo después, fue concluido. La Iglesia, se negó a dar explicaciones sobre lo plasmado allí, pero aún permanece el cuadro como sombra de aquella extraña aparición en esa época.