sábado, 24 de enero de 2009

Donde se teje la historia



Son las 11:30 de la mañana del domingo 7 de octubre. El día, un poco nublado pero soleado es perfecto para aquellas personas que quieren salir a distraerse. El Parque de Bolívar, ubicado entre las calles Caracas y Bolivia en el centro de la ciudad de Medellín, es un espacio que refleja un encuentro multicultural variado y popular de la ciudad.
Este es el sitio de encuentro de bohemios, ancianos, parejas de adultos, niños, de vendedores ambulantes, de cantantes sin profesión, de indigentes y hasta de las palomas que en una gran multitud van hasta allí para alimentarse de las migajas de comida o arroz que la gente les tira.


Alrededor del parque se encuentran las casas y edificios donde hasta hace unos años vivieron algunas de las familias más ricas y prestigiosas de la ciudad. Pero en algunas de esas, en donde ahora están ubicadas oficinas como Aviatur, la Notaria Once, Inversora Pinchincha, COMFENALCO, entre otras; viven todavía algunas parejas de ancianos que se negaron a dejar sus casas, su historia y su pasado. "Nos negamos a dejar el barrio porque aqui crecimos, vimos la ciudad cambiar, no podemos dejar un lugar al que estamos tan ligados", comenta Raul Quintero, vecino del sector.
Y eson ellos, esa misma gente la que la mayoría de domingos va a misa de doce a la iglesia Metropolitana y después de ésta, por lo general se van a pasar la tarde al parque a escuchar las famosas retretas que se realizan cada quince días, a deleitarse con la música de aquellos cantantes de vocación, pero no todos de profesión, a comer un helado o simplemente a ver la gente pasar y las palomas comer.

En las cuadras aledañas, se encuentran ubicados restaurantes, peluquerías y almacenes de "cachivaches". Pero hay una cuadra en especial, donde se encuentra el Teatro LIDO, que hasta hace pocos meses estaba olvidado y deteriorado, pero que ahora han querido volverlo famoso y concurrido como en sus inicios.

En el parque hoy domingo, como casi todos los días, hay aproximadamente 6 grupos de señores de edad con sus guitarras. Cantando para ellos o para la gente que llega a escucharlos.
Sigilfredo, de aproximadamente 70 años, viste un sastre gris un poco viejo y un pantalón café claro. Está sentado con su guitarra y otro señor que lo acompaña. Su cara un poco quemada por el sol y sus ojos melancólicos reflejan el paso de unos años duros pero siempre al lado de su guitarra. Canta por petición de uno de los dos jóvenes que los escuchan, a parte de su compañero, "Mamá Vieja" una canción de Los Visconti. Cuando la termina, se queda pensativo unos segundos y luego como si lo conociera de hace tiempo se pone hablar con aquel joven que le pidió la canción que había acabado de entonar.
Entre la conversación le cuenta que estudió dos años clases de guitarra, que eran tres pero que él no pudo terminar, “yo por lo menos, sin desmeritar a los demás que tocan aquí, he estudiado dos años” dice un poco serio. Pasan los minutos y ya no hablan de música sino del parque en general, también de medicina, esoterismo y literatura. Sigilfredo entretenido con la conversación, posa tímido para unas fotos que le toma el joven, al final esté se despide del anciano músico de vocación con dos años de estudio, quién sin querer dejar la conversación, también lo hace.

Entre todos los músicos, hay un grupo en especial, que llama la atención porque está conformado por dos señores, un niño y una niña, cada uno con un instrumento musical diferente. En su repertorio abundan las canciones populares con las que entretienen a un público que escucha con atención. Algunos aplauden y echan en una chaqueta que hay en el suelo haciendo las veces de “monedera”, billetes que no pasan de mil pesos y monedas que van desde los cincuenta hasta los quinientos pesos.
Pero contrastando esa realidad un poco feliz y llena de música, al lado de este grupo hay un indigente o “gamín” como la sociedad misma los ha catalogado. No se da cuenta de lo que pasa a su alrededor, porque al igual que todos y cada uno de los que están en el parque, está en su propio mundo. Sin embargo, hace que algunos salgan del letargo producido por el sofoco del medio día y aquellas canciones de antano y se den cuenta de lo que él hace. Sin ningún motivo aparente, este habitante de calle, comienza a gritar, le da golpes a un costal que tiene en las manos y le dice palabras como “gonorrea” o “pirobo” a cualquiera que ve a su alrededor.

Como en cualquier parque o zona pública, aquí es común ver vendedores de tinto, papitas, chitos y cigarrillos. Hay quienes llevan también sus carritos de raspado, crispetas, avena y jugos naturales. Un vendedor en especial se hace popular en el parque, porque lleva un carrito muy particular, adornado en la parte superior con una casita hecha de pequeños ladrillos, con ventanas, una puerta y una chimenea por la cual sale el humo del fuego que dora unas arepas de choclo con quesito que vende por 1200 pesos.
Pero quizá matando la ilusión de éste y de cada uno de los vendedores que esperan hacerse el diario a través de las ventas, están dos señores de Espacio Público, acosándolos y recordándoles que sólo pueden estar allí hasta la una de la tarde y que a diferencia de ellos que no tienen permiso, están aquellos que si lo tienen y a los cuales la alcaldía les otorgó una caseta en la cual pueden ofrecerle al más variado público sus productos que van desde las más verdes plantas o las de coloridas flores o las casetas de revistas, periódicos, almanaques, y las más concurrida de todas, aquella donde se ofrecen panelitas, tortas, manjar blanco, bocadillos y los más exquisitos dulces.

Aquí no es raro ver niños jugando y dando un paseo en "chiva" o ver a aquellos ociosos que se dan un baño en la fuente que hay enfrente de la entrada principal de la Iglesia Metropolitana.

Entre contrastes, el Parque de Bolívar, es un escenario que muestra la diversidad cultural de la ciudad. Allí se reúnen sin falta ancianos; músicos de vocación; bohemios; algunos jóvenes; niños; indigentes y hasta las palomas que aprovechan para alimentarse. Todos encuentran en este parque consagrado como icono de la ciudad, un espacio que les permite expresarse, descansar o esperar simplemente que el tiempo pase.

2 comentarios:

Red Planetaria de Refugios dijo...

gracias por lo que haces ... te invitamos a registrar un comentario y/o publicar algo dentro de nuestro blog, saludos

http://www.leboncafe.wordpress.com

Derecho y Desarrollo dijo...

muy chévere lo que haces por la cultura e historia de Medellín y de Colombia. Sigue escribiendo. Además por la foto se ve que haces honor a la belleza de las paisas.
Un admirador.